lunes, 11 de mayo de 2015

Entre corales y tortugas del Mar Caribe

12.08.2014. La vida acuática y las islas vírgenes de los alrededores de Cayo Largo se convirtieron en las grandes protagonistas de la jornada. Empezamos el día con la excursión Seafari Especial Lo Máximo. Una salida salida en un coqueto catamarán de 10 plazas que permite descubrir, en unas siete horitas, un paisaje submarino de aguas turquesas, corales y decenas de especies animales marinos, además de unas playas de ensueño, de película. Todo, sin presencia humana (salvo la nuestra). Como siempre huimos de las excursiones masificadas, desterramos  la opción de un gran catamarán con 40 personas a bordo. No hubiera sido lo mismo. ¡No lo dudéis! 

Cayo Alcatraz. Cuba. 
A las ocho y media de la mañana salimos hacia la Marina Marlin de Cayo Largo, el pequeño puerto deportivo de la isla, desde donde parten todas las excursiones y aguardan las embarcaciones. Nuestros compañeros de viaje fueron tres parejas jóvenes, además del capitán del barco y su ayudante. 

Éste último resultó ser un estupendo biólogo marino que, al igual que muchos cubanos, gana más en el sector turístico que ejerciendo su verdadera profesión. Un consejo: aprovechad todo su bagaje (profesional, cultural y personal) y preguntad, preguntad, preguntad. Ellos están encantados de poder sacar a la luz y compartir sus amplios conocimientos, charlar e intercambiar opiniones con los turistas que buscan algo más que la pulserita del todo incluido.
Iguanas en Cayo Iguana. 
La primera parada de la expedición fue para hacer snorkel en la barrera coralina, de más de 150 kilómetros, según nos indicaron. Mientras nos deleitábamos viendo la diversidad del fondo marino, pudimos observar un antiguo barco hundido que se mantiene en bastante buen estado y que es guarida de muchos pececillos. Y es que esta zona de Cayo Largo cuenta con uno de los más valiosos e interesantes ecosistemas submarinos del Caribe. 

Comida en el catamarán
La segunda parada fue en Cayo Iguana, conocida en muchos panfletos publicitarios y de excursiones organizadas como la Isla Jurásica de las Iguanas. Después de visitar a estos hambrientos y poco fiables animalillos, que esperan la caridad del visitante para ponerse las botas, volvimos al catamarán para acercarnos hasta la islita de al lado: Cayo Alcatraz. Esa sí que era la típica postal caribeña, paradisíaca, con aguas turquesas cristalinas y ramas erosionadas por el agua que aún añadían más encanto a esa inmejorable estampa. 
Estrella de mar en la piscina natural
Al toque de la campana del barco, anclado a la orilla de Cayo Alcatraz, acudimos a comer en el interior de la embarcación, mientras caía una pequeña tormenta. Ésta desapareció a la vez que el postre. Una abundante bandeja de arroz amarillo y verduras fueron los entrantes. De segundo, había lo opción de elegir entre pollo y langosta con pescado. Para acabar: peras en almíbar.

Una vez con el estómago lleno, salimos de Cayo Alcatraz en dirección a las piscinas naturales, una zona de mar con bancos de arena dónde el agua está como una balsa. Cubre muy poquito, cerca de un metro. Allí pudimos ver estrellas y caracolas de mar. Eso sí, si queréis haceros la típica foto con ellas, tened en cuenta que deben estar los segundos imprescindibles fuera del agua. Fuera se deshidratan y pueden acabar muriendo. 
El tiburón  "vegetariano", al lado de las piscinas naturales
Una vez subidos al barco, nos vino a visitar un pequeño tiburón "vegetariano", "inofensivo para las personas", según aclararon rápidamente el capitán y el guía. Les concedimos el beneficio de la duda...Sobre las cuatro y media de la tarde, y bien doraditos por el sol (con protección 50), regresamos al hotel. ¡Todavía nos quedaba día por delante!
Liberando a la tortuguita
Luego, nos apuntamos a la liberación de tortugas marinas que se celebraba a las seis de la tarde y que está liderada por una organización de medio ambiente local (Citma Cayo Largo, creo). El precio era de 3 cucs por persona y se realiza en la misma playa del hotel, Lindarena. Sólo esa tarde se liberaron 150 tortugas recién nacidas, de dos especies diferentes: la tortuga verde (chelonia mydas) y la tortuga boba o tortuga cabezona (científicamente: caretta caretta). Una experiencia muy bonita que no siempre se tiene la oportunidad de vivir. 
Tortuga baby, hacia el mar
Para los interesados, la liberación de tortugas se lleva a cabo unos meses determinados del año, entre mayo y octubre, aproximadamente. Podéis contactar con vuestro hotel para solicitar información, ya que se suele reservar en su oficina de turismo. 

Ahora, nueve meses después de la experiencia, hemos podido conocer el balance de  la temporada 2014 gracias al blog http://tortugascayolargo.blogspot.com.es/: entre abril y noviembre se recolectaron 10.500 huevos (con éxito de supervivencia por encima del 70%) y se liberaron al mar cerca de 7.000 tortuguitas recién nacidas.

Tortuga haciendo un hoyo para los huevos. Playa Capricho. Cayo Largo
Después de cenar, nos preparamos para la última actividad del día, que seguía con la tortuga como protagonista. Otra experiencia maravillosa que no se nos borrará nunca de la memoria. Nos apuntamos al avistamiento nocturno de tortugas marinas, en el momento del desove. Salimos sobre las 21.45 horas del hall de hotel y nos dirigimos, en autocar, hasta Playa Capricho. 

Durante una hora y media, pudimos ver desovar a 5 tortugas verdes, de tamaño considerable. Oscuridad, una gran dosis de paciencia, mucho silencio y algo de suerte obraron el milagro, además del profundo conocimiento de los biólogos, que buscaban a lo largo de la playa, con largas carreras para aquí y para allá, la llegada de estos quelonios.
Desove de una tortuga marina. Playa Capricho. Cayo Largo del Sur
Algunos datos curiosos para descubrir el universo tortuguero de Cayo Largo del Sur

  • Estos quelonios, que están en el Atlántico, pueden hacer más de 3.000 kilómetros. 
  • Empiezan a poner huevos a partir de los 20-25 años, cuando llegan a medir aproximadamente 90 centímetros.
  • Tienen una vida media de 60-70 años. 
  • El 85% de las tortugas que llegan a esta zona miden más de 100 centímetros. 
  • Hay un 90% de fidelidad a la playa dónde ya han estado años anteriores. 
  • En esta zona se han encontrado tortugas identificadas en México y otras identificadas en Cayo Largo han llegado hasta Nicaragua.


lunes, 27 de abril de 2015

Aterrizando en Cayo Largo del Sur

11.08.2014. Decir madrugar en este caso es quedarse corto. Nuestro vuelo salía para Cayo Largo del Sur sobre las siete y media de la mañana, así que a las cinco estábamos en el hall del hotel Sevilla (La Habana) esperando, impacientes a la par que soñolientos, al autocar que nos llevaba al Aeropuerto Playa Baracoa. De este aeródromo, situado a 28 kilómetros de la capital y cuyas instalaciones son más parecidas a una antigua estación de autobuses que a lo que realmente es, salen muchos de los vuelos a los cayos (Cayo Coco, Cayo Las Brujas...). Nosotros volamos con la compañía Aerogaviota.
Aeropuerto Playa Baracoa. La Habana.  
Una vez (medio)superada la primera impresión del aeropuerto y con algunas maldiciones por parte de los pasajeros que tenían cierto yuyu a volar, pasamos los controles de seguridad. Luego, nos dirigimos hacia una de las dos "puertas de embarque" que había: una puerta de cristal que te daba paso, en una pequeña carrera, a los pies del avión, de 45 plazas. Por supuesto, éste era de hélices: :) No obstante, tengo que reconocer que era mejor de lo que me esperaba y que no cogió mucha altura.
Avión de Aerogaviota. El equipaje va entre la cabina del piloto y los pasajeros. 
La siguiente sorpresa fue cuando, después de unos minutos de vuelo y sin previo aviso, nos anuncian por megafonía que íbamos a parar en Varadero a recoger a más pasajeros. ¿Comooooooooo? Y es que, aunque ahora lo recordamos entre risas y se ha quedado como una de las anécdotas del viaje, la sorpresa del pasaje fue mayúscula, con un punto de incredulidad. Estábamos subidos en una especie de autobús de línea con alas. No sabemos si este hecho se repetirá con frecuencia o fue un caso puntual. Pero, en definitiva, fue toda una experiencia. 
Interior del avión de Aerogavota. Asientos 2-2. 
Antes de las nueve de la mañana aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Vilo Acuña, de Cayo Largo. Desde allí, un  autocar nos trasladó, en 15 minutitos, al complejo hotelero Sol Cayo Largo. El hotel, de 4 estrellas (la máxima categoría que hay en la isla), está ubicado frente al mar, en la playa Lindamar, y se encuentra rodeado por islotes y playas vírgenes. Es de la cadena Meliá.  

En una de las palapas de la piscina del hotel
Como el check-in estaba saturado y era demasiado pronto para poder acceder a la habitación, nos facilitaron la famosa pulserita -un poco hortera, eso de ir 3 días con ella, tendrían que inventar otro sistema- y empezamos a disfrutar de las ventajas del Todo Incluido (TI). Desayunamos en el buffet Las Dunas, con leche de vaca, nada fácil de conseguir en la mayoría de hoteles de la isla, que utilizan leche en polvo disuelta en agua. Con el estómago lleno fuimos a la enorme piscina y al bar acuático.

Gracias a las gestiones del gerente (Alejandro, creo), que estuvo siempre pendiente y atento, logramos entrar antes del mediodía en la habitación, una especie de bungalow, blanco y azul, con balconcito y un bonito ventilador de madera en el techo. Me sorprendió gratamente lo atento que estuvo este hombre durante toda nuestra estancia. Tanto con nosotros como con otros huéspedes. Un 10 para él!
Bar acuático Sol Azul. Piscina del hotel. 

Comimos temprano en el ranchón Lindarena, otro buffet libre que está al lado de la playa. Aquí, además del self-service, hacen carnes a la brasa y pollos a l'ast. Hacia las tres de la tarde cogimos un taxi para darnos el primer bañito en las playas paradisíacas de las que hace meses nos habíamos enamorado a través de Google, foros y blogs de viajes: Playa Sirena y Playa Paraíso.

Ésta última en más de una ocasión ha merecido el premio Travelers' Choice por ubicarse entre las mejores playas del mundo según los criterios emitidos en TripAdvisor, la mayor web global de viajeros. Increíbles. Típica estampa caribeña, y sin masificación de turistas. Un consejo: no lo dudéis. A la hora de preparar el viaje estuve dándole muchas y muchas vueltas al destino de playa y, una vez allí,supe que había acertado.
Tarde en Playa Sirena
Por lo que respeta a los taxis, hay muy pocos en la isla (creo que se cuentan, como mucho, con las dos manos), por lo que hay que tener paciencia y pactar con el taxista los trayectos. Sobre todo la recogida, si no quieres volver con los trenecitos que ponen los hoteles (3 por la mañana y 3 por la tarde).

Si no, tocaría volver andando un par de horitas bajo el señor lorenzo, que no es nada compasivo. De regreso, nos duchamos y fuimos a cenar a Las Dunas. Totalmente necesario el repelente de mosquitos extrefuerte, al menos en esas fechas. ¡Acribillaban!

viernes, 24 de abril de 2015

Cienfuegos, la Perla del Sur

10 de agosto de 2014. "Si Cuba tiene un corazón galo, se encuentra aquí, oculto bajo la sierra del Escambray. Si tiene un París, es Cienfuegos", con esta cita, la biblia del viajero (Lonely Planet), invita a descubrir la segunda ciudad más importante de Cuba. Así que, con esta interesante símil, allí que fuimos. De regreso a La Habana paramos, gracias a la libertad que nos brindó nuestro fiel utilitario, en esta ciudad, conocida también como la Perla del Sur. Una visita exprés de tres horitas que, pese a su brevedad, valió la pena.  

Cienfuegos fue fundada a principios del XIX por colonos franceses, que incorporaron el estilo neoclásico a su incipiente ciudad. Éste se percibe tanto en la arquitectura como en el diseño de la trama urbana, con calles anchas y rectas. En 2005, entró en el club de las ciudades con el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad. "La ciudad que más me gusta a mí", determinó el cantante y compositor cubano Benny Moré. Podemos encontrar su estatua en el centro del Paseo del Prado, además del festival internacional de música que lleva su nombre.
Parque José Martí. Cienfuegos. 
Aparcamos sin problemas justo al lado del Parque José Martí, en el corazón de la urbe. Dejamos el coche a buen recaudo, bajo la "atenta" mirada y compromiso de un parqueador. Nada más llegar, le dimos un par de cucs y, al finalizar con éxito su tarea, otro más. 

Alrededor del Parque José Martí se hallan los principales lugares de interés de la ciudad. A un lado, el Teatro Tomás Terry, construido en 1889 e inaugurado con una interpretación de Aida de Verdi. Con influencias francesas e italianas, se edificó en honor al industrial venezolano Tomás Terry. Su auditorio, de mármol de Carrara y parqué tallado a mano, cuenta con 950 butacas. Es impecable la conservación tanto del edificio como de los palcos y los asientos originales. Una curiosidad: la fachada principal (foto) está rematada por tres motivos alegóricos que hacen referencia a la tragedia, la comedia y la música. 
Exterior del Teatro Tomás Terry. Cienfuegos.
Si seguimos el tour el sentido opuesto de las agujas del reloj, nos topamos con el único Arco del Triunfo que hay en toda la isla. Con influencia clásica de los europeos, cumple el propósito de honrar a todos los cubanos caídos en la lucha por la libertad y está dedicado a la independencia del país. A diferencia de otros arcos construidos por mano de obra esclava, éste fue levantado por obreros de la ciudad. Siguiendo en la misma dirección encontramos el monumento a Martí, el Palacio del Gobierno, y justo al lado, la Iglesia de la Purísima Concepción. Éstos dos últimos edificios solo los vimos únicamente por fuera. 
Único arco del Triunfo de Cuba. Plaza José Martí. Cienfuegos.
Después de esta visita exprés al corazón de Cienfuegos, que nos llevó cerca de una hora y media, volvimos al coche y tomamos todo el paseo del Prado en dirección al mar, a la bahía de Jagua. Aunque nos tuvimos que desviar un poco, debido a las calles cortadas por los carnavales, llegamos con relativa facilidad a nuestra siguiente parada: el Palacio del Valle, ubicado en el barrio de Punta Gorda. Además de ser un lugar destinado a eventos culturales, dispone de un restaurante y un bar-terraza, con muy buenas vistas a la bahía. Aquí es dónde comimos. Pedimos un surtido de pescado a la parrilla y arroz.  
Palacio del Valle. Cienfuegos.
El Palacio del Valle, un capricho arquitectónico del comerciante Don Acisclo del Valle, es una reminiscencia, un tanto ecléctica, del arte árabe-español, con diversas influencias. Entre ellas, la mudéjar. Dicen que en los años 50 una compañía compró los terrenos para convertirlo en el casino del Hotel Jagua (justo al lado), pero finalmente el triunfo revolucionario impidió que el proyecto saliera adelante. 
Palacio del Valle. Cienfuegos,
Por último, con un calorcito importante, paramos a ver, desde fuera, el Palacio Azul, ubicado en el mismo Paseo del Prado, al lado del Club Náutico de Cienfuegos. Se construyó en 1921 como residencia privada de un acaudalado tabaquero y en 2004 fue reformado para convertirlo en un hotel de estilo colonial. Una vez hecha la foto de rigor, pusimos rumbo a La Habana y, aproximadamente sobre las seis de la tarde, devolvimos nuestro Renault Escala en la agencia de alquiler.
La 'ochovía' (autovía) cubana vista desde el asiento del copiloto
El resto de la tarde lo aprovechamos para deambular por la zona de Centro Habana y nos acercamos a ver el ambiente de los Carnavales en el Malecón. Cenamos, si no recuerdo mal, en el restaurante italiano La Dominica (C/O'Reilly con C/Mercaderes) y nos fuimos a descansar. ¡Al día siguiente nos esperaba un madrugón para volar a Cayo Largo!

jueves, 16 de abril de 2015

Trinidad, la joya colonial del Caribe


8 y 9 de agosto de 2014. Trinidad, una ciudad única, una joya colonial catalogada como Patrimonio Mundial por la Unesco, hay que vivirla con los cinco sentidos. Trinidad hay que recorrerla sin prisas, caminarla sin rumbo y disfrutar de cada una de sus coloridas calles adoquinadas, perdiéndose entre sus recónditos callejones y plazuelas y sus casas de altos techos y grandes ventanales. Todo, al son de esas alegres melodías y de las pegadizas letras que se escapan por cualquier rendija. 
Plaza Mayor de Trinidad y Museo de la Lucha contra Bandidos.
Durante el día, es cuando uno puede apreciar la vida diaria de los lugareños y recrearse con los quehaceres de los múltiples vendedores ambulantes que comercian puerta a puerta, como el merenguero, el galletero, el panadero o el pastelero. Cada cual su especialidad. Según nos explicó muy amablemente el merenguero, cuyas voces de aviso de su llegada se integran en esta bucólica estampa, trabajan con un régimen similar al de los autónomos, aunque con algunas diferencias.

También es buena idea -y casi obligación- hacer una incursión en los pequeños mercadillos de artesanía, cuyas vendedoras son las reinas del trueque, y enseguida intentan cambiarle al turista algunos de sus souvenirs por ropa y accesorios. Ojo no se te quieran llevar lo puesto...o te coloquen, sin darte cuenta, un conjunto de collares de semillas...Creo que es casi imposible acabar sin ellos en el equipaje de regreso.  

El panadero, puerta a puerta. Trinidad. 
El epicentro de esta villa de postal, la tercera fundada por españoles en Cuba, con Diego Velázquez al frente, es la Plaza Mayor. Alrededor de este punto de encuentro, que data de 1800 y cuya decoración se añadió en 1856, se hallan algunos de los edificios más destacados. Uno es el Museo Municipal, ubicado en el antiguo Palacio Cantero. Éste recoge la historia de la ciudad, que en 2014 celebró sus cinco siglos de vida. Gracias a esta efeméride, se realizó un proceso de rehabilitación de calles y edificios y, en general, la ciudad tuvo un lavado de cara. También está la Iglesia de la Santísima Trinidad y el Museo Romántico, ubicado en el Palacio Brunet

Vida a pie de calle. Trinidad
Como curiosidad, uno de los máximos iconos de esta localidad, la torre-campanario amarilla que se divisa desde la plaza y que está presente en la mayoría de fotos, postales, dibujos y otros muchos souvenirs es el actual Museo Nacional de la Lucha contra de los Bandidos, antiguo convento de San Francisco de Asís. 

Aunque nosotros no accedimos al interior, una guía de turismo que contratamos para hacer un tour durante 3 horas por diferentes zonas de Trinidad (10 euros por persona, si no recuerdo mal, poniendo el coche nosotros) nos explicó que el museo atesora elementos para combatir las bandas contrarrevolucionarias que existieron en el centro de Cuba. La guerra contra estos grupos opuestos al gobierno de Castro se le denominó "Lucha contra bandidos", y de ahí original nombre del museo.  
Músicos en La Canchánchara
Por la noche, cuando la caída del sol da paso a las tenues luces que iluminan las calles, se despierta otra Trinidad. Es en este momento cuando la música se apodera definitivamente de cada uno de sus rincones y cada noche se convierte en una fiesta. Uno de los templos de la música cubana en vivo es La Casa de la Música, unas escalinatas que permiten escuchar grupos en vivo mientras saboreas unos mojitos y picas algunos platillos. Otra opción es La Casa de la Trova, que también tiene un buen número de adeptos.

La Canchánchara, un cóctel originario de la zona que mezcla aguardiente, miel, cítrico y agua, da nombre a uno de los bares con más afluencia, tanto de día como de noche. Servido frío en una pequeña vasija de barro, el trago no es nada suavecito, pero hay que probarlo. Al lado de la Canchánchara, que también tiene música en vivo  (el Bailandoooo de Enrique Iglesias marcó nuestra entrada), también hay una sede de La Bodeguita del Medio, mítico local de La Habana. Esta franquicia abrió coincidiendo con la celebración del medio milenio de la fundación de Trinidad. 
Callejeando por Trinidad
A menos de diez minutos en coche de Trinidad, encontramos el mar y la montaña, dos polos opuestos que, debida su proximidad, se complementan a la perfección. Una de las mañanas nos acercamos al Valle de los Ingenios, denominado oficialmente como Valle de San Luis. Junto a Trinidad, fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Fue una de las regiones azucareras más grandes. Allí, entre el siglo XVII y XIX, se asentó la aristocracia que se dedicaba a la industria azucarera. Según la guía, llegó a haber hasta 75 ingenios, haciendas coloniales con instalaciones para trabajar la caña de azúcar para obtener azúcar, ron y otros productos. En cada ingenio llegaron a trabajar entre 300 y 400 esclavos.A partir de mediados del XIX cayó en una larga decadencia. Entre los xx mejor conservados destaca la casa-hacienda y la torre campanario del ingenio Manaca-Iznaga, símbolos del poder de la época. 

Valle de los ingenios. Cuna de la industria azucarera cubana
Desde el valle pudimos observar la Sierra del Escambray, que es el tercer macizo montañoso del país. El primero es la Sierra Maestra, cuna de la revolución. Una de las excursiones típicas en el Escambray es la visita al parque natural Tope de Collantes. Pero como a todo no se puede llegar y 48 horas dan para lo que dan, nos la guardamos para la próxima visita a la isla.
Bienvenidos a Trinidad. Está en diferentes accesos a la villa
A aproximadamente diez kilómetros del centro de Trinidad está Playa Ancón, una de las mejores playas del sur de la Isla, en pleno Mar Caribe. Aquí teníamos, durante tres noches, nuestro hotel, el Brisas Trinidad del Mar. Debido la temperatura que hacía en agosto, cualquier momento era bueno para darse un chapuzón en esas cálidas aguas. La mejor, quizás, al atardecer: cuando el sol dejaba de abrasar y los locales acudían también a refrescarse. Nos resultó curioso ver cómo algunos de ellos se bañaban vestidos. No nos atrevimos a preguntar... 

Playa Ancón. A 10 km de Trinidad,
Para aquellos que no tengan opción de visitar los cayos, Playa Ancón es una opción nada desdeñable. Inicialmente, y debido a las críticas que había leído en algunos foros, iba con pocas expectativas, pero se superaron nada más llegar. Tanto la arena como el agua estaban muy limpias. 

lunes, 6 de abril de 2015

Por la ochovía cubana: de Viñales a Trinidad

7.8.2014. Amanecemos en el espectacular Valle de Viñales, cubierto por la característica calima que se levanta a primera hora del día en esa zona y que le confiere un aspecto de película. Este día nos esperaba un largo viaje en coche hasta nuestro siguiente destino, Trinidad, y la ochovía cubana, mote de la autopista nacional de Cuba (por los cuatro carriles en cada dirección) y paraíso del autoestopista, iba a ser la principal protagonista de la jornada.

Así que, una vez con el estómago lleno, fuimos a alimentar también a nuestro fiel utilitario, que aguantó como un campeón los cerca de 1.000 kilómetros que hicimos sin darnos un sólo problema. Llenamos el depósito del Renault Scala en la Cupet que hay en Viñales. La tarde anterior se había quedado sin suministro y no pudimos hacerlo hasta el último momento antes de salir. Recordad que las gasolineras escasean y que siempre es mejor prevenir. Los problemas ya vienen solos...así que en estos casos, es mejor no tentar a la suerte. Creo recordar que llenarlo nos costó unos 30 cucs.
Vistas desde la sala de desayuno del Hotel Los Jazmines, en Viñales

Cogimos toda la autovía hasta llegara de nuevo a las afueras de La Habana. Allí, de nuevo, sin indicaciones, después de dar mil vueltas y perder más de una hora intentando encontrar el camino correcto, logramos tomar (todavía no sé cómo) la A1, dirección Trinidad. Aviso a navegantes: como erróneamente pensábamos, no hay una única "autopista nacional" que cruce todo el país. En realidad, son dos "autopistas": de La Habana sale la A4, hacia el este (Viñales); y la A1, hacia el oeste (Cienfuegos-Trinidad). Y no, no hay continuidad entre ellas. Es más, a nosotros se nos acabó la A1 a la altura de La Habana con un bonito muro de piedra...A día de hoy todavía nos cuesta creerlo.
En el criadero de cocodrilos "oficial" de Guamá
Una vez se pone rumbo a Trinidad, existen, como mínimo (y que yo sepa), dos opciones. Hay quien aconseja ir por el entronque Jagüey Grande, y bajar por el Circuito Sur; y hay quien prefiere ir por Aguada de Pasajeros (más corto). Nosotros, que queríamos detenernos en el criadero de cocodrilos de Guamá (curiosa visita rápida, pero no imprescindible) y disfrutar de parajes como Playa Larga, Playa Girón y Bahía de Cochinos (escenarios de la frustrada invasión en 1961 para derrocar el régimen castrista, una operación militar con tropas de cubanos exiliados apoyados por Estados Unidos), nos decantamos por la primera opción. Y volvería a repetir.

Nos quedamos con un bonito recuerdo de todas las estampas que fuimos viendo ese día, incluidas también las primeras imágenes del mar Caribe, un azul turquesa imposible de olvidar. Imprescindible: llevar siempre agua y algo de comer en el coche. En Jagüey Grande hay una gasolinera para repostar, hacerse con algunos víveres e ir al baño. 
Carretera del Circuito Sur, en Playa Larga, mar Caribe

Durante el recorrido, que nos llevó todo el día, hasta casi las ocho de la tarde, pudimos ser testigos de otra de las peculiaridades de Cuba, que demuestra el papel fundamental que jugó la publicidad en el proceso revolucionario: los carteles publicitarios prorevolucionarios,  propaganda que a día de hoy todavía está sembrada a lo largo y ancho del país y cuyos mensajes recuerdan a cubanos y visitantes la "obra de la revolución".

Ejemplo de cartel propagandístico de la Revolución
El último tramo, de Cienfuegos a Trinidad, nos cayó un aguacero tremendo. Y cuando digo tremendo, aún me parece poco cada vez que lo recuerdo. Caía tal cantidad de agua que daba miedo conducir. Durante ese rato, creo que no pasamos de 30-40 km/hora. Como no nos conocíamos la carretera, nos pusimos detrás de un camioncillo que nos sirvió de guía mientras amainaba la tormenta.
Cartel de propaganda camino a Trinidad

A punto de hacerse de noche, llegamos al hotel, que estaba a 6-7 kilómetros de Trinidad. Era el Hotel Brisas Trinidad del Mar, en la península de Ancón. Para los estándares de Cuba, el hotel es correcto. Si bien las instalaciones estaban bien (el hotel recrea el pueblo de Trinidad, tiene una piscina fantástica y la playa al lado), la comida que ofrecían tanto el el buffet como en los restaurantes era bastante pésima. Si algún día volvemos, buscaremos otro. Justamente vimos -y nos lo corroboraron posteriormente- que están construyendo algunos hoteles más por la zona. Y es que la oferta turística aquí no es muy amplia. Ahora se está empezando a desarrollar. Para los bolsillos que se lo puedan permitir, está el Iberostars Trinidad, en el centro de la villa. En agosto se disparaba de precio, pero creo que el resto del año es más asequible.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Entre mogotes por el Valle de Viñales



6.8.2014. En esta nueva jornada dejamos atrás la capital y empezamos un mini-trip de cuatro días para descubrir algunas de las perlas de la isla de Cuba. La primera parada, hacia el sur, es el Valle de Viñales, la tierra por excelencia de los guajiros. Desayunamos sobre las 7 de la mañana y cargamos el equipaje en el coche de alquiler que recogimos la tarde anterior en la agencia Cubacar del Hotel Sevilla. Un Renault Scala, de categoría media, con aire acondicionado (imprescindible en agosto) y un señor maletero. Casi siempre hay una zona de aparcamiento vigilada 24 horas (una zona de parqueo, con su parqueador) alrededor de los hoteles y puntos turísticos. Por unos pocos cucs, se supone que el coche está "a salvo". Funciona.


Mapa en mano para poder ubicarnos (mínimamente), salimos de La Habana dirección Viñales. El gran problema de alquilar un coche en Cuba es la falta de indicaciones. Nos habían advertido de este inconveniente, pero in situ lo pudimos certificar. Así que hay que armarse de paciencia y, en muchos casos, perder tiempo y kilómetros, dar la vuelta y reconducir la ruta para coger el que crees que puede ser el camino correcto (que a veces tampoco lo es, ojo). Para salir de La Habana, recorrimos todo el Malecón dirección oeste, pasamos por un túnel y seguimos recta toda la Quinta Avenida. La segunda rotonda, a la izquierda (si no recuerdo mal, segunda salida). Vaya, pero que al final tuvimos que hacer uso de la buena predisposición de algunos viandantes para coger la "autopista" hacia Viñales.

Valle de Viñales. Vista Hotel Los Jazmines
Aquí una de las patidifusas anécdotas del viaje, a la que aún a día de hoy sigo dándole vueltas. A mitad de camino, una vez pasado la entrada a Soroa, debajo de uno de los múltiples puentes que hay en la autopista se nos tira un hombre uniformado delante del coche y nos hace parar en seco. "Soy la autoridad de la transportación de las personas. Se ha averiado un autobús y los trabajadores que van hacia Pinar del Río no pueden llegar hasta allí. ¿Serían tan amables de transportar a una persona?", nos dice el tipo, con identificación en mano. Ante tal "asalto", todavía no sé como, aunque a regañadientes, accedimos. Lo dejamos antes de coger el desvío para Viñales.

Más tarde, en la salida de la autopista hacia Viñales, el cartel estaba borrado y, cuando ya estábamos tomando la dirección equivocada, Dariel, un chico bastante joven que estaba haciendo autostop, nos señaló el camino correcto. A cambio (y sin pedirlo él), le llevamos hasta Viñales. La verdad es que fue una gran ayuda. Nos indicó cómo llegar. Iba a recoger su jornal a La Casita Verde, un restaurante que hay antes de llegar al Hotel Los Jazmines. Más adelante, algunos guías nos dijeron que es más aconsejable coger a gente de los pueblos (niños, madres con bebés, señoras mayores...) que no a gente de la autopista. Ahí tomamos nota y no volvimos a repetir (en la autopista). Lección aprendida!

Mural de la Prehistoria. Valle de Viñales. Pinar del Río
Sobre las 11.15 horas llegamos, por fin, al Hotel Los Jazmines, ubicado a 5 kilómetros antes del pueblo de Viñales. A 400 metros aproximadamente está el Centro de Visitantes, que ofrece excursiones organizadas y cuya sede cuenta con una pequeña explicación y exposición sobre el Valle. Desde Barcelona y con meses de antelación, había reservado con Liset, la encargada, dos excursiones para ese mismo día. Había que exprimir nuestro único día en ese bello e increíble paraje. Verdaderamente, de postal.  

Primero, Liset y el chófer nos llevaron a ver el Mural de la Prehistoria, realizado por el pintor cubano Leovigildo González Morillo antes de la revolución y que representa la evolución hasta la aparición del hombre. Ubicado en el Valle de Dos Hemanas, está pintado sobre una piedra de una de las elevaciones. Al lado del mural, hay un pequeño complejo con bar-restaurante, servicios e incluso tienda de souvenirs. Todo preparado para los visitantes. 

En el interior de la Cueva del Indio. Viñales
Posteriormente, fuimos a descubrir otro de los top ten turísticos del valle: la Cueva del Indio, apta para claustrofóbicos. Lo puedo corroborar. Es una cavidad muy amplia y con formas originales, por la que corre un río subterráneo: el río San Vicente. El primer tramo, el de entrada, se hace a pie. Unos 200 metros. El segundo, el de salida, en una lanchita, en grupos.  El "lanchero" va indicando algunas figuras que, con mucha imaginación, se han encontrado en los techos de la cueva.
 
Haciendo guarapo, en el Valle de Viñales
A la salida de la cueva, nos topamos con una guarapera. Aquí es dónde se hace tradicionalmente el guarapo, el jugo de la caña de azúcar exprimida. Está riquísimo y es la mar de dulce. Eso sí, se tiene que tomar al instante, inmediatamente después de exprimirse la caña. Fuimos los primeros en animarnos a probarlo, pero debimos dar envidia a los que venían detrás... Un poco más tarde, como ya explicaré, probaríamos unas de sus variantes, mezclado con el hijo alegre de la caña de azúcar (el ron). 

Guajiero en un secadero de tabaco, haciendo una demostración.
Después de esta primera excursión, Liset y nuestro simpático chófer nos llevaron al punto de partida de la segunda excursión que teníamos programada para ese día. De 14.00 a 16.30h hicimos una ruta a caballo por el Valle del Silencio. Como guía tuvimos al guajiiro William. Antes de subirnos a nuestro caballo, nos enseñó un secadero de tabaco tradicional y nos acompañó al de un compañero suyo, que nos hizo una pequeña demostración y elaboró un puro de principio a fin.  El único pegamento que utilizó: miel. 

Luego, empezamos la ruta. A lo largo de dos horas, pudimos disfrutar del precioso valle, que mezcla un exuberante verdor con los colores terrosos; pasear entre los impresionantes mogotes, cada uno con nombre propio, y disfrutar de las explicaciones de William. Nos contó intríngulis sobre el cultivo de la tierra, el reparto de la producción (el 90% va a parar al gobierno), cómo llevan el agua con mangueras a las casas del campo... 

También nos explicó cómo afrontaron el último gran huracán (Gustav) que asoló la zona el 30 de agosto de 2008 y la seguridad de la que disponen para hacer frente a estos fenómenos. A mitad del camino paramos en una pequeña hacienda donde descubrimos el guarapirón, una mezcla de guarapo, ron y limón. También riquísimo. En este caso, lo servían en unos vasos de caña de bambú para mantener el frío. Vasos que, final y casualmente, también tienen a la venta y que nos llevamos de recuerdo. Como no...

Ruta a caballo por el Valle de Viñales
Aquí, en esta hacienda, en medio del campo, nos muestran también como se tuesta artesanalmente el café, con una breve demostración incluida. También nos comentan el cultivo de la guayaba, una fruta que se utiliza mucho para postres y licores. Según nos dijeron, envían cierta cantidad de fruta a la famosa fábrica La Guayabita del Pinar a cambio de 50 botellas de este famoso licor. Después de esta variopinta demostración de productos locales y de refrescarnos el gaznate, nos dispusimos a coger nuestro caballo y seguir la ruta. Acabamos este maravilloso paseo en la finca agro-ecológica El Paraíso.
En una calle de Viñales. Pinar del Río.
Allí, en la finca El Paraíso nos recogió el chófer en su estupendo Pimco rojo de 1950 y nos llevó de regreso al hotel. Aquí, bañito refrescante en la piscina, que a esas horas estaba llenita de gente. Como todavía quedaba alguna hora de luz, de 19.30 a 20.30 bajamos con el coche a dar paseo al pueblo de Viñales. Aparcamos al lado de la plaza, en una calle sin salida, junto a la iglesia. Justo al lado hay un pequeño mercado de artesanía. 

Callejeamos por las vías secundarias de este bonito pueblo, viendo sus atractivas casas de colores, todas con una mecedora en la puerta. También pudimos ver algunas de sus instalaciones deportivas, con curiosos mensaje que promueven el ejercicio físico; los carros de animales que transitaban por sus calles...Antes de irnos, decidimos poner gasolina (siempre especial), pero se había acabado y tuvimos que esperar a que, con suerte, recargaran de madrugada. Esto es Cuba.